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50 años de la nacionalización del cobre y los tiempos modernos

Por Sergio Hernández Núñez, Director Ejecutivo de la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería, APRIMIN.

Para analizar la nacionalización del cobre de 1971, es necesario situarse en el contexto histórico, siempre determinante para comentar la toma de decisiones soberanas por los Estados.

Antes de los años 70, existía la gran minería chilena del cobre exclusivamente de capitales extranjeros. En esa época había en el comercio mundial condiciones muy desfavorables para los países exportadores de recursos naturales y muy favorable para los países industrializados, fenómeno que se llamó “Deterioro de los Términos del Intercambio”. Los países dominantes imponían sus normas y decisiones en forma casi unilateral. Un ejemplo ocurrió con el cobre chileno, en que sus inversionistas, las mineras norteamericanas, dominaban los mercados, con exportaciones a precios menores y otras transferencias, para apoyar el financiamiento de las guerras de Vietnam y Corea; y la civilización occidental, en el contexto de la Guerra Fría, sin referencia a las Bolsas, menores fiscalizaciones, sin auditorías internacionales, con los Servicios de Aduana y de Impuestos Internos sin capacidad real.

Esta realidad justificó la decisión unánime parlamentaria de nacionalizar el cobre en 1971. Sin duda esta decisión fue, en ese contexto, muy beneficiosa para el país, lo que posteriormente desembocó en la formación de CODELCO en 1976, que reunió en esa naciente empresa estatal a los yacimientos nacionalizados, hasta el día de hoy, actualmente con una explotación mayor aun, dada la puesta en marcha en estos últimos 30 años de otros yacimientos de reposición y ampliación.

La nacionalización fue concebida en esos tiempos como la “Independencia económica de Chile”, aportando hasta ahora importantes ingresos para el país. La realidad de hoy en un Mundo Global es muy distinta: seguimos necesitando nuevas tecnologías y capitales extranjeros por miles de millones de dólares que Chile no tiene ni en lo público ni en lo privado. Pero además, hoy existen normas de la OMC, auditorías internacionales que dan transparencia a los resultados de las compañías y a su base tributable, transacciones en Bolsas transparentes, Servicio de Impuestos Internos con mejor capacidad fiscalizadora y con convenios de apoyo recíproco con otros servicios en los países de destino de nuestras exportaciones; un Servicio de Aduanas con aforos físicos a las exportaciones, precios de transferencia, todo lo cual construye una realidad distinta a aquella de hace 50 años.

Pensar en una nacionalización en estos tiempos sería un suicidio para el desarrollo humano del país, perjudicando la confianza en Chile para atraer inversiones en minería, hidrógeno verde, obras públicas, energías renovables y otros sectores.

El Mundo hoy es Global, no por decisiones políticas, sino por la fuerza de las comunicaciones y el desarrollo tecnológico, lo que hace esta realidad irreversible. Los países que se refugian en proteccionismos o nacionalizaciones propias de otros tiempos, están seriamente afectados en su desarrollo y condenados al aumento de la pobreza, al no acceder a las confianzas que exigen los mercados internacionales, con escasas posibilidades de aprovechar la demanda de casi 8.000 millones de habitantes en el planeta. Chile ha sido exitoso en 30 años de apertura al mundo y la minería ha llevado el liderato de las causas de esta positiva consecuencia.

El cobre en Chile es explotado hoy de manera mixta en la propiedad de las compañías mineras, lo que constituye un modelo económico de desarrollo minero virtuoso. En efecto, que exista Codelco estatal, asegura que sus excedentes aporten al sentimiento de los chilenos de que las minas que nos pertenecen nos reportan beneficios directos, fortalece geopolíticamente el norte del país, permite que Chile actúe soberanamente en los mercados mundiales de los minerales y los conozca directamente.

Que exista la gran minería privada nacional y extranjera nos aporta tecnologías nuevas, grandes inversiones, prestigio en los mercados comerciales y financieros, como país serio que respeta sus compromisos, lo que ha traído otras inversiones en distintos sectores de la economía.

La minería chilena ha sido la actividad traccionante de las inversiones privadas en Chile en obras públicas, energía, comercio, la banca, los servicios, entre otros sectores, lo que ha permitido reducir la pobreza en términos históricos.

Confiamos en que esta situación seguirá ocurriendo, para aprovechar las enormes oportunidades que nos entregan los mercados futuros por la electromovilidad, las energías limpias y los usos sanitarios del cobre; además de la promesa de gran actividad que se espera para la producción de hidrógeno verde.

Es entonces, responsabilidad de todos, entender que el desarrollo del país para más inclusión, diversidad y equidad social, como justos desafíos, requiere mantener la certeza jurídica para la competitividad del país para atraer inversiones, único medio de obtener los mayores recursos que el Estado necesita para la Agenda Social.

El tercer eje de este exitoso modelo minero chileno es la pequeña minería, que aporta legitimidad a la gran y mediana minería, aportando más empleos por unidad de inversión, mayor empleo regional y local, fortaleza geopolítica en zonas del interior, desconcentración urbana y movilidad social y económica.

Así como estos tiempos nos exigen nuevos desafíos, como la producción limpia, el avance hacia una minería verde de responsabilidad principal de los proveedores mineros, mayor cercanía a las comunidades, reciclaje, ahorro de energía y agua, inversiones en extracción y desalación de agua de mar, también los mercados nos ofrecen enormes oportunidades para producir los minerales que Chile tiene, indispensables para contribuir con la detención del calentamiento global.

En efecto, la minería está en camino a ser una minería verde, pero no sólo por producir sin daño ambiental sus minerales, sino porque esos minerales son la solución para un planeta más limpio.

A 50 años de la nacionalización de los principales yacimientos de cobre, los chilenos tenemos la posibilidad de transformar ese hecho histórico en grandes oportunidades adecuadas a los tiempos modernos, aportando lo que tenemos: recursos naturales en abundancia e infraestructura profesional, técnica, de proveedores e industrial de excelencia, pero también atrayendo lo que nos falta: los capitales y los mercados globales para el crecimiento sustentable, económico, social y ambiental. (Fuente: Aprimin)

 

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