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Minería: El hijo del medio para las candidaturas presidenciales.

  • Por María Cristina Betancour, Economista, Consultora especialista en minería.//

María Cristina Betancour, Economista, Consultora especialista en minería

La Facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica (PUC) organizó, recientemente, un conversatorio sobre el futuro de la minería en Chile, con la participación de cinco candidatos presidenciales. Fue una instancia a destacar, pues puso en el centro del debate político al sector económico que explica más del 10% del PIB, aproximadamente el 60% de las exportaciones y que sostiene buena parte del desarrollo en el norte del país.

Sin embargo, el ejercicio dejó un sabor agridulce. Pese al esfuerzo de los candidatos por esbozar propuestas creativas, quedó en evidencia que la política chilena sigue sin comprender la real magnitud de la minería ni su rol en la vida nacional. Para quienes conocemos de cerca este sector, fue claro que la mayoría de las respuestas eran generales, poco conectadas con la experiencia concreta. Para varios de los candidatos parecía, más bien, un examen preparado a última hora.

La minería es el corazón de decenas de ciudades del norte que simplemente no existirían sin ella. En la región de Antofagasta, por ejemplo, su participación en el PIB supera el 50%. Y, sin embargo, la distancia entre las autoridades y la actividad minera termina traduciéndose en decisiones públicas que no responden a sus necesidades ni a las de las comunidades que viven de ella.

En muchos sentidos, la minería se parece al hijo del medio: poco atendido, pero resiliente y capaz de arreglárselas solo. Esa autosuficiencia la ha llevado a desarrollar un fuerte espíritu de negociación y diálogo, reflejado en sus altos niveles de sindicalización, y a ser altamente tecnologizada, líder para la industria minera mundial. Fue pionera en materia medioambiental y ha hecho enormes esfuerzos por avanzar hacia la sustentabilidad.

Un ejemplo claro es el uso del agua. La minería se desarrolla, en su mayoría, en zonas desérticas, lo que la obligó a invertir tempranamente en recirculación y en el uso de agua de mar. Hoy, la gran minería alcanza niveles de recirculación de alrededor del 90% y se espera que, al año 2034, el 66% del agua sea abastecida por agua de mar, de acuerdo a Cochilco.

De hecho, en el norte ya existen ciudades que se abastecen en un 100% de agua de mar, como Antofagasta y Mejillones, gracias a las sinergias generadas por la industria. Se trata de soluciones valiosas, pero si el Estado comprendiera mejor la dinámica del sector, podría impulsar políticas públicas que transformen esos esfuerzos individuales en estrategias más eficientes para beneficio de todo el país.

El sector no es homogéneo y se compone de tres estamentos: gran, mediana y pequeña minería. La gran minería, compuesta en su mayoría por capitales extranjeros, requiere sobre todo estabilidad normativa y certeza jurídica para sostener proyectos que permanecen, al menos, 30 años en Chile.

La mediana minería, principalmente de capitales nacionales, comparte con la gran minería altos niveles de profesionalización, pero enfrenta más dificultades para cumplir regulaciones pensadas para otra escala. Lo que pide es acompañamiento en el cumplimiento de dichas regulaciones, pues ello es habilitante para su trabajo, además de regulación que se adecúe a su tamaño.

La pequeña minería, en tanto, es más vulnerable a la característica variación del precio de los minerales, en particular, del cobre: cuando los precios son altos, logra buenos retornos, pero cuando bajan, apenas sobrevive.

En ese vaivén, el rol de Enami resulta crucial como estabilizador y poder comprador. Sin embargo, los candidatos no mostraron la decisión que se requiere para dar viabilidad financiera de largo plazo a esta empresa del Estado, que afecta directamente a los pequeños mineros, pero también, en parte, a la mediana minería.

El peso social de estos últimos dos estamentos no es menor: ellos son lo que sostienen el tejido comunitario en el norte, a diferencia de la gran minería que, por su dinámica, en general no se trasladan con sus familias a las zonas donde trabajan. Esto es, en gran parte, porque no cuentan con la cantidad necesaria de colegios de calidad, ni tampoco establecimientos de salud, entre otros, por lo que vuelan a Santiago para resolver cualquier necesidad mayor en este último sentido.

Como buen hijo del medio, la minería ha sido paciente en su labor de “evangelización” hacia la sociedad. Y ya comienza a ver sus frutos. Recientemente, Compromiso Minero, una red integrada por más de cien organizaciones del ecosistema minero nacional, creada el año 2021, destacó el estudio internacional del ICMM y GlobeScan (2023) que posicionó a Chile como el segundo país con mejor evaluación del sector minero entre 32 países. Las razones fundamentales son su contribución a la economía y la generación de empleos de calidad, pero, además, fruto de la comunicación y transparencia del sector para acercar la minería a la ciudadanía.

Son avances importantes para acercar al país a entender algo que pareciera tan básico como es que se les permita trabajar con reglas claras, trámites razonables y políticas públicas que comprendan su importancia estratégica.

Una de ellas es la llamada permisología, que se queda en problemas tan incomprensibles como que las plataformas de las distintas instituciones del Estado, encargadas de otorgar los permisos, no se comunican entre sí. Y esto dificulta el establecer una plataforma única para la presentación y evaluación de proyectos de inversión, tan necesarios para el país hoy en día.

Chile tiene en la minería una gran oportunidad de desarrollo, que debe ser cuidada y potenciada con visión de largo plazo. La invitación a la política y a la ciudadanía es a acercarse al sector, comprender sus desafíos y valorar que su aporte va mucho más allá de las cifras. La minería no solo sostiene nuestras exportaciones, también da vida a ciudades, genera empleos de calidad y abre camino a la innovación ambiental. Es el momento de visibilizar al hijo del medio, reconociéndolo como verdadero motor de desarrollo nacional.

 

 

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