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Firma Electrónica Avanzada: una herramienta clave para la transformación digital en Chile
- Por Marcelo Mora, CEO de IDOK. //

La transformación digital dejó de ser una aspiración para convertirse en una necesidad urgente. En ese proceso, la firma electrónica avanzada ha pasado de ser un complemento útil para transformarse en una herramienta clave que respalda jurídicamente miles de gestiones que antes dependían del papel, la presencialidad y la burocracia. Hoy, su impacto se extiende desde contratos laborales y operaciones bancarias hasta trámites tributarios y educacionales, marcando un punto de inflexión en la relación entre ciudadanos, empresas e instituciones.
Uno de los avances normativos más relevantes fue la posibilidad de obtener la firma electrónica avanzada de manera completamente digital, lo que eliminó la obligación de acudir presencialmente a entidades certificadoras. Esta modificación abrió la puerta a su masificación, permitiendo que trabajadores, estudiantes, clientes y empresas accedieran a un sistema más rápido, trazable y seguro. Ejemplos como la habilitación del teletrabajo durante la pandemia o la emisión de facturas electrónicas muestran que esta herramienta no es un accesorio, sino un engranaje central de la economía digital.
Sin embargo, pese a su creciente uso, todavía persisten confusiones en torno a sus alcances legales, a los tipos de firma disponibles y a su implementación práctica. Mientras algunos actores han incorporado soluciones avanzadas con integración tecnológica, como validación biométrica o sistema API, otros aún operan con procesos híbridos que ralentizan la eficiencia que promete la digitalización.
La discusión de fondo ya no es si la firma electrónica avanzada funciona, sino cómo aprovecharla de forma plena. Para lograrlo se requiere avanzar en tres frentes: regulación, cultura digital y seguridad. En materia regulatoria, nuevas normativas como la Ley Fintech exigirán mayores estándares de validación de identidad, lo que acelerará la incorporación de tecnologías más robustas como biometría o lectura de chips NFC.
En el plano cultural, es fundamental educar a la ciudadanía y a las organizaciones sobre su correcto uso, desterrando la percepción de que se trata de un proceso complejo o inseguro. Y en términos de seguridad, su masificación debe ir acompañada de mecanismos que fortalezcan la confianza y reduzcan los riesgos de fraude.
Chile ya cuenta con más de dos millones de usuarios firmando documentos digitales cada año. Ese dato refleja una transformación profunda que no puede ser ignorada. La firma electrónica avanzada no solo representa un respaldo legal, sino que se ha convertido en un símbolo de eficiencia, sostenibilidad y modernización. Apostar por su consolidación no es solo una decisión tecnológica: es una apuesta por un Estado y un sector privado más ágiles, confiables y alineados con las necesidades de un país que exige avanzar hacia una gestión 100% digital.