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Instituto Chileno de Tecnologías Limpias: el llamado a romper viejos paradigmas

  • Por Fernando Lucchini, Presidente Ejecutivo de la Corporación Alta Ley

Fernando Lucchini, Presidente Ejecutivo de la Corporación Alta Ley

El día 14 de abril del presente año, en la Corporación Alta Ley, como mandatarios del consorcio ASDIT, fuimos notificados de la adjudicación de la convocatoria para la conformación del “Instituto Chileno de Tecnologías Limpias”. Una excelente noticia para ASDIT, sin duda, pero considerablemente, una noticia de gran relevancia para el país y la región de Antofagasta. Esto, pues los USD 125 millones de cofinanciamiento asignados en este proceso para ejecución en esta región nortina, representan el concurso público de innovación, tecnología e I+D más importante en la historia moderna de nuestro país.

Y en este caso destaco “más importante”, y no su cualidad de “el de mayor envergadura” o “el de mayor inversión”, por lo relevante de este futuro instituto – el ITL – para comenzar a cambiar las formas en que se miran, se tratan y se desarrollan la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) en Chile. Y, en particular, en el desarrollo de tecnologías para una minería sustentable y energías renovables – el foco de este instituto.

A lo largo de esta historia moderna de Chile – en comparación con las economías de referencia en la materia como Australia, Canadá, Suecia, Finlandia o Estados Unidos – academia e industria han estado escasa y esporádicamente conectados. Sin ir más lejos, incluso se dice de “mundos que hablan idiomas distintos”. Y si lo graficamos en la escala de TRL (Technology Readiness Level) – una escala que mide del 1 al 9 el grado de desarrollo de una tecnología, desde la comprensión de sus principios básicos (1) hasta la tecnología funcionando en la industria (9) – la desconexión es evidente. Con una academia nacional radicada casi en su totalidad en los TRL 1 a 4, y una industria que por su naturaleza vive en el TRL 9, y que esporádicamente en Chile “baja a buscar” hacia TRL 8 o 7 a través de gestores de innovación abierta y centros de pilotaje, existen años de desarrollo tecnológico, millones en financiamiento y un abismo de conocimiento avanzado de separación, graficados en la brecha que existe del TRL 4 al 7.

Por lo mismo, el espíritu explícito desde la incepción de este concurso público, y la visión, propuesta y compromiso de los miembros de ASDIT, apelan a cubrir esa brecha y solucionar ese problema. ¿La visión?, se preguntará… entre otros: abarcar exclusivamente el espectro de la I+D equivalente a TRL 5 y superior, una vigilancia tecnológica permanente, sin proyectos preasignados, y con procesos de selección traccionados desde la industria, para así lograr un alineamiento inexpugnable con las necesidades de las empresas. Lo que ha sido graficado y comprometido desde el diseño de la gobernanza y la estructura del futuro ITL de ASDIT.

No obstante, el diseño de propuestas y las declaraciones de intenciones no son suficientes, y como dice el conocido dicho: “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Y justamente aquí, en el rol de articulación y coordinación de un ecosistema de innovación diverso en sus cualidades y procedimientos, es que la existencia y actuar de la Corporación Alta Ley resulta fundamental. Actuar que es posible no sólo porque en la Corporación trabajamos constantemente CON la academia y CON la industria, sino que las experiencias humanas de nuestro equipo cuentan con experiencia EN la academia y EN la industria. Lo que nos permite actuar efectivamente como “traductores” y brokers, naturales y neutrales, entre estos mundos llamados a unirse.

Asimismo, comenzando este proceso, Alta Ley se unió a las universidades del consorcio ASDIT con la misión inequívoca de acercar el consorcio a la industria. Hoy, no sólo las más grandes compañías de minería, energía y de la cadena de valor de estas industrias ya se encuentran en coordinación con Alta Ley, sino que además confían en nuestra apreciación y compromiso para con los valores declarados, y asociados al alineamiento con las necesidades de la industria.

De esta forma, la constitución y ejecución intachable de este instituto y de los valores comprometidos, son fundamentales para el desarrollo de nuestra industria, de la región de Antofagasta y de nuestro país. Además, porque nuestro ecosistema de innovación y tecnologías se encuentra carente de las capacidades de desarrollo y ejecución tecnológicas colaborativas, consorciadas y neutrales (sin sesgos institucionales) – equivalentes a las del VTT finlandés o el CSIRO australiano. Por lo que el desarrollo de estas capacidades nacionales, que complementen la institucionalidad de innovación existente, que puedan ser de confianza de – y por lo mismo utilizadas por – la industria, y que permitan la colaboración multidisciplinaria de académicos e investigadores (de distintas universidades e instituciones dedicadas al I+D) al servicio de una misión o proyecto industrial, son críticas para nuestro desarrollo de futuro.

El ITL es un proyecto inédito en nuestro país. Por su importancia; por su envergadura; por el grado de coordinación requerido. Por el nivel de confianzas ecosistémicas trabajadas y por consolidarse en el largo plazo; por su diseño; por su forma de ejecución y seguimiento. Evidentemente un desafío mayor. Pero, sin duda, una oportunidad para hacer las cosas de manera distinta. No pasaremos a ser Suiza o Japón con uno o con un puñado de programas tecnológicos menores. Este es un paso – grande – para comenzar a romper las viejas y heredadas formas, y con ello forjar los nuevos paradigmas de desarrollo del Chile del futuro.

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