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“Los desafíos que nos deja Cesco Week 2019”

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Por Alejandra Wood,

Directora Ejecutiva CESCO

Acabamos de celebrar la vigésimo tercera Cena Cesco en un año en que, según los parámetros tradicionales, las cosas se ven bien aspectadas para el sector. Percibimos buenas perspectivas de precios para el mediano plazo, lo que redunda en indicadores positivos de inversión. Pareciera ser éste un momento expectante para nuestros productos, para las operaciones mineras existentes y para el país… aunque paradójicamente no lo sea para la inversión, que aún no logra despegar del todo.

Revisemos los elementos centrales de la paradoja. Por el lado positivo, nos acompañan la centralidad del cobre en la revolución tecnológica, la urbanización de los países emergentes, el combate al cambio climático y el crecimiento de la población mundial y su progreso económico. Pero, por otro lado, están también las menores leyes de los minerales, las mayores dificultades para el descubrimiento y desarrollo de yacimientos, y, sobre todo, el explosivo escrutinio socioambiental gatillado por un vuelco cultural desde la mera expectativa de plazas de trabajo y progreso económico hacia un nuevo escenario, donde ello no es viable sin un cuidado genuino de los aspectos ambientales y sociales.

Digámoslo más fuerte: la oferta de valor de los proyectos mineros ya no puede ser sólo “más trabajo” y “cero daños”, sino que debe necesariamente pasar a la búsqueda activa de oportunidades de progreso social e incluso ambiental. Si a esto le agregamos la activación –a veces brutal desde nuestra perspectiva más minera- de las redes sociales, los proyectos mineros se vuelven extremadamente desafiantes. El pipeline de proyectos sigue siendo razonable, y gran parte de esos proyectos están en Chile, pero su habilitación social y ambiental se ha vuelto difícil y esquiva.

La aspiración de Cesco es proveer un espacio de reflexión en torno al presente complejo y cambiante para los negocios tradicionales, y especialmente para la minería. De pronto, y, por cierto, en algún sentido en buena hora, los temas de conversación no son sólo el precio de los metales, la competitividad de las empresas, y el retorno a los accionistas. Hoy conversamos de la licencia social para operar y el desafío de inserción armoniosa de la actividad minera en sus territorios, del impacto de la automatización en la industria o de la viabilidad del desarrollo de nuevos proyectos atractivos en el mediano y largo plazo.

¿Cómo fortalecer nuestro capital humano? ¿Estaremos a la altura del imperativo de abastecimiento responsable de los mercados? ¿Cuál es nuestro aporte hacia la neutralidad en nuestras emisiones? ¿Cómo vemos nuestro legado en el desafío de la lucha contra el cambio climático? ¿Cómo llegamos a las regiones y comunidades mineras con una oferta de valor atractiva que habilite nuestros proyectos? ¿Cómo logramos la confianza necesaria para instalar esas conversaciones? Por cierto, esto no es solo un desafío complejo para las empresas o la minería en general. Lo es para el Estado también, acostumbrado a una relación transaccional con la minería: reglas claras, permisos, impuestos y regulación deben ser acompañados en forma urgente por una visión estratégica compartida.

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