- Por Rodrigo Correa, fundador Valora People. //

Desde su promulgación, la Ley Karin ha generado un debate importante en torno a la cultura laboral y la protección contra el acoso y la violencia en el trabajo.
Sin embargo, se ha podido observar que muchas empresas han tomado una postura más superficial al cumplir con la normativa enfocándose en los requisitos legales, en lugar de fomentar un verdadero ambiente de respeto y seguridad.
La implementación de cursos en línea y capacitaciones generales puede parecer un paso positivo, pero, a veces, esto sólo pasa a ser un mero «check» en la lista de obligaciones. Esto no contribuye a cambiar actitudes ni a crear una cultura organizacional que realmente valore el respeto y la dignidad de todos los colaboradores.
La forma en que se ha comunicado la ley, a menudo a través de campañas caricaturescas o memes, puede trivializar un tema tan serio y delicado como es esta normativa. Frases como: «me miró feo», o «saludos de abrazo apretado», desvirtúan la gravedad del acoso laboral y pueden hacer que los empleados minimicen sus propias experiencias.
Además, aunque el aumento en el número de denuncias puede interpretarse como un signo de que más personas se sienten empoderadas para hablar, el verdadero desafío radica en la eficacia de los protocolos de denuncia. Quienes las realizan deben sentirse seguros de que éstas serán tratadas con seriedad y que no enfrentarán represalias.
Un aspecto fundamental en este proceso es el papel de los líderes dentro de la organización. Ellos son clave para articular y brindar la contención necesaria que genere seguridad psicológica en los colaboradores. Un líder no solo debe monitorear la tarea o la producción, sino que también, tiene la responsabilidad de velar por el clima laboral. Su capacidad debe ir más allá e, incluso, escuchar, empatizar y fomentar un ambiente de confianza, algo esencial para que la ley tenga un efecto real y positivo en la cultura organizacional.
La Ley Karin tiene el potencial de ser un cambio significativo, pero queda un largo camino por recorrer para construir un entorno de trabajo realmente seguro. Es fundamental evaluar su impacto más allá de las cifras. Debemos preguntarnos: ¿realmente está contribuyendo a crear espacios laborales saludables? La respuesta no solo depende de la existencia de una normativa, sino de un compromiso genuino por parte de las empresas y su cultura organizacional, en todas sus dimensiones.