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Lecciones de la innovación empresarial a la política

Por Trinidad Beuchat, directora de Gestión, Transforme

No sólo se trata de exigirle a los políticos una nueva forma de abordar la política con perfiles que arriesguen más, sino, además, de que nosotros, como ciudadanos y usuarios de la política, demos el espacio para la prueba y el aprendizaje, y comprendamos que las soluciones innovadoras conllevan procesos de prueba y experimentación para errar temprano y barato.

Innovadores en política, ¿acaso eso existe? ¿es posible ser innovador en un contexto complejo y con altos niveles de inercia?

El contexto empresarial suele venir cargado de un estatus quo imperante, estructuras complejas y «pesadas», y altos niveles de inercia y resistencia al cambio. Sin embargo, con estímulo y claridad estratégica, las organizaciones cada vez más incorporan la innovación a su cultura organizacional y a sus valores. Cultivar una cultura innovadora, significa impulsar una profunda transformación en las personas, donde vivir en el error y en la ambigüedad es entendido como la parte esencial del proceso de aprendizaje, y donde el prototipado temprano y la iteración de las soluciones es parte del quehacer diario de cualquier actividad. Empresas que promueven la innovación, comprenden que sus recursos no deben ir destinados a apuestas que han sido seguras en el pasado, sino, en soluciones diferentes que incorporen tecnología y una nueva forma de hacer las cosas. Las empresas comprenden muy bien que invertir en innovación NO es una apuesta segura, pero que vale la pena intentarlo; los Fondos de Capital de Riesgo de los que todos hablan hoy justamente promueven apostar por emprendimientos que muestran perspectivas de rentabilidad alta, lo que compensa el riesgo de invertir en negocios con iniciativas en desarrollo.

En política, quizás el mayor temor de los ciudadanos es la pérdida o mal uso de los recursos de todos; sin embargo, si lo que buscamos es promover una política innovadora y una nueva forma de hacer las cosas, debemos estar dispuestos a que políticos apuesten los recursos públicos en soluciones y tecnologías nuevas, que, por tener un componente de innovación, no siempre son apuestas seguras. En este sentido, no sólo se trata de exigirle a los políticos una nueva forma de abordar la política con perfiles que arriesguen más, sino, además, de que nosotros, como ciudadanos y usuarios, demos el espacio para la prueba y el aprendizaje, y comprendamos que las soluciones innovadoras conllevan procesos de prueba y experimentación, para errar temprano y barato. Si como ciudadanos cultivamos la paciencia, y dejamos que el proceso innovador tenga una natural evolución, las fases de prototipado y experimentación permitirán convertir las ideas en soluciones efectivas ya probadas, mediante fases tempranas de testeo y validación.

La invitación es clara; en un proceso constituyente y en una carrera política como la de hoy, depende de nosotros promover figuras políticas que apuesten sus recursos en soluciones diferenciadoras y en nuevas tecnologías, y que encarnen una cultura del prototipado; que no teman estar permanentemente testeando y piloteando soluciones de baja escala y a bajo costo, para que, en la eventualidad de ser útiles y efectivas, puedan escalarse. A su vez, nosotros, como ciudadanos, debemos dejar de temer por lo que puede salir mal, y empezar a entusiasmarnos con lo que puede salir bien.

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